La profesora Ana María Sanguineti, de la Universidad Austral, de Argentina, señala que cuesta mucho aceptar que el otro “puede valer igual o más que yo”, por su riqueza personal.
Por Gloria Huarcaya. 14 marzo, 2022.La doctora Sanguineti visitará Campus Piura de la UDEP, esta semana, para ofrecer conferencias sobre el amor donal, antropología de la persona y cuerpo sexuado y una perspectiva de género personalista, organizadas por el Instituto de Ciencias para la Familia. La profesora de la Universidad Austral (Argentina) habla en esta entrevista sobre el peligro de perder la identidad personal, como un motivo de la desigualdad entre el varón y la mujer: “Nos cuesta mucho ver al otro, varón o mujer, como mejor que yo. Los conflictos no se eliminarán, mientras no profundicemos en el reconocimiento y cultivo de la propia identidad personal”, resalta.
¿Cómo influyen las corrientes ideológicas en las tensiones domésticas y familiares que enfrentan los cónyuges?
Si no está bien arraigada la noción de ser persona, quién soy yo y quién es el otro, y no se valora la riqueza del otro, será imposible trabajar en equipo en cualquier ámbito, empresarial o familiar. Entonces, surge la competencia entre varones, entre mujeres y entre las personas de diferente sexo. La clave central está en valorar a la persona como tal, sea de la condición sexuada que sea.
Las corrientes ideológicas influyen cuando no hay una sólida formación antropológica personal, que haya supuesto una reflexión de sí mismo y de los demás. En este campo, como en otros, es muy fácil dejarse llevar por las ideas de la mayoría, que terminan siendo manipuladoras. Las ideologías promovidas por quienes tienen el poder en sus manos, del tipo que sea, manipulan a las personas débiles; y todos somos un poco débiles.
¿Cómo rescatar la belleza del amor conyugal en una sociedad dominada por el hedonismo y “la cultura del descarte”?
Se debe tener la experiencia de amar, en buena parte habiendo sido amado y acogido. Por eso, es muy importante acoger al otro con toda su valía como persona, y esto ya es bello y una expresión de amor. Debe acogerse la belleza de la persona, admirándola como una obra de arte, así como se aprecia un cuadro de Van Gogh o de Picasso. El amor es vínculo, que comienza por mirar y admirar, como en El Principito de Saint Exupéry: “Tienes que acercarte a mí, de a poco, mirarme e irnos conociendo”. El Principito buscaba un amigo, una relación. Cuando se desprecia a la persona se la descarta; si de alguna manera no me vinculo con ella, la estoy discriminando. Considero que una Antropología personalista, centrada en la persona, es una asignatura troncal que la universidad debe ofrecer.
¿Cómo vivir el don desinteresado de uno mismo y del otro, como proponía San Juan Pablo II, en las relaciones conyugales y familiares?
Solo puedo vivir el don desinteresado si valoro al otro como un tesoro y me ofrezco a él sin ningún interés, porque vale la pena que yo lo apoye para que brille y aporte más. Debemos descubrir que el otro es un regalo para mí, y que no puedo crecer sino es en relación con los demás. Una persona es distinta a otra, muy desde dentro, por una realidad interior que es el espíritu, en donde se enclava el ser personal y hace que cada uno sea irrepetible. La realidad espiritual se explica desde la filosofía. La teología explica también, que hemos sido creados varón y mujer, “a imagen de Dios”, lo que refleja el vínculo amoroso de las tres Personas de la Trinidad.